Carlos Tusquets, presidente de EFPA España y presidente de Banco Mediolanum, ha lanzado recientemente su libro "Enriquéceme despacio, que tengo prisa", una obra dirigida al consumidor en la que vuelca los conocimientos acumulados en sus 40 años de experiencia en el mundo financiero, con el fin de que cualquier ciudadano pueda sacar el mayor partido posible a sus ahorros. Y lo hace recorriendo a numerosos ejemplos prácticos. Sin embargo, el libro constituye también un manual de referencia para los profesionales del sector del asesoramiento, que encontrarán en él un apoyo a la hora de prestar un mejor servicio al cliente.

¿Qué le llevó a escribir este libro? 

Me inspiré en un libro de Mark H. McCormack, titulado "What They Don`t Teach You at Harvard Business School" ("Todo lo que no le enserarán en la Universidad de Harvard"). EFPA, la asociación que presidio y que acredita los conocimientos de los profesionales bancarios y no bancarios dedicados a asesorar a los clientes finales, me hizo ver que todo lo que yo suelo explicar en mis charlas con las redes de distribución y con los clientes es precisamente más interesante que la formación técnica. Tiene más que ver con la parte de gestión de las emociones del cliente para evitar que cometa grandes errores en sus finanzas. Y me sugirió que volcara en un libro mi experiencia de 40 años en estos temas, tratando de enviar un mensaje útil que ayudara a romper con la tendencia natural del ser humano. Porque nuestro cerebro está diseñado para el corto plazo: Las emociones del momento, euforias o miedos, nos influye en la toma de decisiones de aspectos que son de largo plazo. Y ahí es donde se producen el 95% de los errores de la mayoría de los inversores privados. Este libro trata de encauzar eso para no cometer ese tipo de errores que yo miso he cometido a lo largo de mi vida profesional.

¿Podrían esos errores resumirse en un exceso de confianza cuando todo va bien, y pánico al más mínimo tropiezo?

Hay varios temas: En primer lugar, hay que saber gestionar los miedos y las euforias para no seguir al rebaño, que lo único que hace es inflar las cuentas de los primeros que han iniciado una operación. En segundo lugar, hay que saber que debemos tener un objetivo final y objetivos intermedios, lo que se traduce en que hay un aparte del ahorro en la que se debe poder disponer del dinero para una eventualidad no asegurada: y esta parte del ahorro no tiene que aportar rentabilidad alguna. Por otra parte, hay objetivos a medio plazo, como cambiar de coche o de casa dentro de unos años o enviar a nuestros hijos a una universidad de EEUU. Ese dinero está cuantificado y tiene fecha de utilización: aquí ya podemos combinar para obtener algo de rentabilidad, aunque no será suficiente para ganar poder adquisitivo, por culpa de las dos "termitas" del ahorro, que son la inflación y los impuestos. Si no obtienes entre un 4% y un 6% anual a largo plazo, esas termitas se comen el poder adquisitivo. Finalmente, hay un tercer objetivo que es el ahorro a largo plazo de un dinero que ahora no necesitamos pero que seguramente necesitaremos cuando ya no tengamos los ingresos recurrentes actuales, es decir, cuando llegue la jubilación. Ahí sí se debe vehicular la mayoría del ahorro hacia renta variable, con una buena diversificación, para obtener entre un 8% y un 9% anual, que es el promedio de rentabilidad de las bolsas en los últimos 30 años.

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Fuente: El asesor financiero.