Al hablar de ahorro o inversión, reiteradamente escuchamos lo beneficioso que es dejar que nuestro dinero trabaje para nosotros mediante algo llamado interés compuesto. Entender este concepto es de gran importancia, ya que puede ser uno de nuestros mejores aliados. ¿Trabajarías en una empresa que te ofreciera un salario de dos céntimos de euro al día, con la condición de que cada día se duplicara tu salario? Si la respuesta es negativa porque te ha sorprendido la irrisoria cifra de dos céntimos al día, estimado lector, has desaprovechado una excelente oportunidad. Y si las matemáticas no nos engañan, al final del primer mes hubieras obtenido más de 21 millones de euros. La magia del interés compuesto es ese gran desconocido que tantas veces podemos aplicar en nuestras finanzas personales o profesionales y que, por desconocimiento, en ocasiones dejamos de lado. Cuando hablamos de interés compuesto queremos decir que los intereses se suman a la aportación que se ha realizado, lo cual es una excelente noticia, porque eso supone que los intereses también van a generar intereses, es decir que tu ahorro crecerá más rápido. Ofreciendo una definición más técnica: el interés compuesto es la forma de calcular el interés en la que, en cada período de cálculo, el interés se acumula al capital, sirviendo esta cifra de base para calcular los intereses en el siguiente período (Diccionario Básico Financiero y de Seguros, de J.A. Almoguera y S. Domínguez). En otras palabras, el interés compuesto representa una recapitalización de la ganancia obtenida en intereses que pasa a ser un nuevo capital. Pongamos algunos ejemplos que nos servirán para observar rápidamente la fuerza de este aliado y nos enseñarán a huir de determinados productos y a acercarnos a otros más favorables a nuestras necesidades e intereses. Imaginemos que comenzamos con un ahorro de 10.000 euros anuales, al cual le aplicamos un interés simple del 3 por ciento. Cada año recibiríamos 300 euros. Por tanto, al cabo de 10 años, habríamos recibido 13.000 euros.

Ahora hagamos el mismo ejemplo de ahorro, con el mismo interés del 3 por ciento, pero con interés compuesto. Esto supone que los 300 euros de intereses del primer año pasan a formar parte del capital ahorrado y generan también intereses, por lo que el segundo año no partiríamos de los 10.000 euros ahorrados, sino de los 10.300 euros, y así sucesivamente, con lo que, al final de los 10 años, habremos acumulado un capital de 13.439 euros. ¿Por qué nos interesa?

- Gráficamente, el interés compuesto es la diferencia entre ahorrar dinero poco a poco con ciertos crecimientos -mínimos en el actual contexto de tipos de interés bajos-, o “sembrar el ahorro” y recoger excelentes frutos a lo largo del tiempo.

- Además, obtendrás una mayor protección contra la inflación.

- Te permitirá multiplicar tu ahorro gracias a la reinversión de los beneficios, aumentando la cantidad de ahorro que tienes trabajando para ti.

- Y, lo mejor, según va transcurriendo el tiempo, mayores serán los beneficios obtenidos.

- Por otra parte, nos permite tomar decisiones en base a comparativas intuitivas aplicando el concepto de interés compuesto y algún otro más.

Imaginemos dos productos de ahorro. El primero de la entidad A nos ofrece un interés anual del 2 por ciento con intereses pagados al vencimiento del producto. La entidad B nos ofrece un producto de ahorro, pero con un 1,9 por ciento de interés y pago de los intereses mes a mes, que se reinvierten en el propio producto. Calcula los resultados. Te adelanto que es más ventajosa la opción de la entidad B, ya que hace que el capital vaya aumentando con el tiempo, generando los intereses un capital adicional que incrementa la suma inicial. Y, para finalizar, os proponemos otro ejemplo, en esta ocasión vinculado a las aportaciones realizadas a los sistemas de previsión social, planes de pensiones y planes de previsión asegurados que puede asimilarse al funcionamiento del interés compuesto, es decir, a la reinversión de los intereses. En este caso, reinvertimos las reducciones fiscales obtenidas cada año en el propio producto o en otro diferente. Suponemos una persona residente fiscal en la Comunidad de Madrid, de 47 años, con unos ingresos de 40.000 euros anuales y que realiza aportaciones a un plan de pensiones de 3.000 euros de forma constante durante los años que le restan hasta su jubilación (67 años). Suponemos también que la rentabilidad de dicho plan de pensiones es de un 3 por ciento anual. A lo largo de la vida laboral de esta persona, habrá invertido un total de 60.000 euros, que capitalizados a un 3 por ciento de media le facilitarán la cantidad de 80.611 euros. Durante ese tiempo -19 años y con una base liquidable de 35.200 euros-, habrá obtenido un capital de 19.740 euros en forma de desgravaciones fiscales. Y ahí está la importancia del interés compuesto. Todos los años nos encontramos con un dilema: ¿qué hacemos con esas desgravaciones fiscales? Espero que lo que ahora estás leyendo te ayude a decidir el próximo año. Esos 19.740 euros capitalizados a un 3 por ciento de media nos reportarán 26.521 euros, un 32,89 por ciento más de rentabilidad extra sobre la inversión inicial realizada en el sistema de previsión social. Casi un 33 por ciento más de rentabilidad real, de la que podrás disponer para hacer frente a esas situaciones que con casi toda probabilidad se producirán, gracias a una pequeña planificación y a la magia del interés compuesto.

  

Fuente: http://pensiones.eleconomista.es/opinion/la-magia-y-el-beneficio-del-interes-compuesto-JM259586